Diálogo con el Centro de

Estudios Ecuménicos,

México, agosto del 2008.

 

    Conversamos aquí de las articulaciones en primer lugar, aunque no por importancia, porque ustedes tiene un área de ‘articulaciones’. Pero, claro, ese nombre puede ser un nombre propio, como cuando llamo Sultán a un perrito chihuahua enano y castrado. No existe una relación, y no tiene por qué haberla, entre un nombre propio y el contenido que el término parece indicar. Lo que nos interesa aquí no son los nombres propios, sino los conceptos tal como ellos pueden seguirse de las prácticas de los sectores populares e inscribirse en ellas.

    Brevemente recordamos, en la conversación anterior, hace un rato, que las lógicas de dominación oligárquica y neoligárquica y sus instituciones, tienden a desagregar a los sectores populares y también a convocarlos (cooptándolos) y a excluirlos. La dinámica de la globalización en curso actualmente no crea estos fenómenos de desagregación, que en México se pueden ejemplificar fácilmente con las migraciones internas y hacia Estados Unidos, pero sí los refuerza y les agrega factores de degradación porque el fenómeno luce inexorable. Es decir que para los sectores desagregados su destino parece irresistible y ello puede erosionar las esperanzas. Contra esta ‘irresistibilidad’ buscamos articular, entre otros factores, las esperanzas.

    En castellano, “articular” quiere decir, en los alcances que aquí interesan, ligar elementos o piezas  de modo que ellas mantengan libertad de movimiento. De la articulación de estos elementos se espera conseguir un conjunto coherente para que su acción resulte eficaz. En términos de la práctica política y social de los sectores populares latinoamericanos no se debe confundir ni identificar “articular” sectores populares con la “unidad” de estos mismos sectores. La búsqueda y logro de la ‘unidad’ tiene en América Latina una historia y un peso notables. A Fidel Castro, por ejemplo, se le atribuye una lucha incansable por buscar la unidad de las fuerzas revolucionarias. Las diversas corrientes del sandinismo triunfaron cuando acordaron unirse en la acción y dirección. La Unidad Popular chilena alcanzó el triunfo electoral en Chile (1970) con un programa interesante, antioligárquico, antiimperialista y antimonopólico, que pondría las condiciones para transitar al socialismo sin guerra civil. México ofrece una excepción en este sentido. El alzamiento zapatista de 1994 quiso ser catalizador de diversos interesados en un México sin exclusiones. Los zapatistas no querían que todo México, o la mayor parte de México unido, siguiera al EZLN. Pero su propuesta  fue una excepción. Entonces está en el aire sociopolítico cierta facilidad para asociar la unidad con la práctica de articular o un articular que conduzca a la unidad.

    Pero no se trata de lo mismo. Y en cierta forma radical, la tarea de articular, cuando se trata de sectores populares, se opone a la tarea de conseguir la unidad. En el habla ‘natural’, “unidad” se asocia espontáneamente con algo que no puede dividirse sin destruirse o alterarse negativamente (la “unidad” familiar, por ejemplo). También con conformidad (como en “hacerse uno” la pareja, fundirse). Si se trata de discursos, se los considera con unidad cuando en ellos existe un solo pensamiento principal que sirve de núcleo de todo lo que en él se dice o representa. En la lucha social y política esto último podríamos traducirlo como “hegemonía”. Varias décadas atrás, por ejemplo, en los setentas, se consideraba que las mujeres no debían empeñarse en dar sus luchas particulares de sexo-género porque ello distraía a los trabajadores de su lucha por el socialismo y, a la vez, creaba una división que restaba fuerzas al proletariado y a los sectores populares. Se pretendía la hegemonía de la ideología proletaria y de las luchas obreras sobre otras maneras de representarse el mundo (ideologías, imaginarios) sobre otros sectores populares, indígenas, mujeres, campesinos, jóvenes, por citar cuatro. ‘Hegemonía’ implica dirigir y también supremacía. Si existe hegemonía obrera, entonces campesinos e indígenas y otros deben consentir en que sus reivindicaciones y luchas particulares y específicas esperen a que se produzca la revolución obrera o socialista. Si no lo hacen, entonces le dan fuerzas al enemigo. En América Latina la cuestión de la unidad de las fuerzas populares siempre pasó por la cuestión de la hegemonía, es decir quién le da sentido o carácter a la lucha y quien no se la da, porque estorba o distrae con sus asuntos particulares y menores a la única ‘lucha verdadera’. Entonces ‘unidad’ está muy ligada a quién dirige, o sea hacia donde se va y cómo.

    Bueno, aunque esquemáticas éstas son algunas de las razones por las que reclamar la ‘unidad’ de los sectores populares y procurar su ‘articulación’ no son necesariamente sinónimos aunque se podría buscar una ligazón positiva o productiva entre ambos. Pero si se encontrara, ella no pasaría por las antiguas prácticas hegemónicas.

    Existe otra manera, además del tópico de la ‘unidad’ que puede desvirtuar el concepto de la necesaria articulación de los sectores populares. Es la cuestión de la incidencia. “Incidir” quiere decir, entre otras cosas, causar efecto en algún fenómeno, proceso, sector o personas. Es sinónimo de repercutir. Por supuesto la articulación popular busca ‘incidir’. Pero algunos (individuos u organizaciones) miran su entorno y ven que los que inciden son quienes tienen poder. Televisa, la jerarquía clerical, el gobierno, los altos funcionarios del Estado. Entonces le dan preferencia a la articulación con quienes mandan. Creen poder ‘incidir’ porque les permiten asistir a algunos de los espacios donde llegan los poderosos y a veces hasta opinan o toman un café en el receso con ellos. Y después estos individuos cuentan que estuvieron con el obispo tal y tal, o con su secretario, o con ciertos legisladores o en una sesión donde llegó el gobernador o donde se creía que se acercaría el presidente Calderón (que finalmente no se hizo presente). Y hacen informes de lo que pasa allí “arriba” y de cuáles son, entre esos de “arriba” los buenos, los indecisos y los perversos. Y claro, se arriman a los ‘buenos’ y cifran sus esperanzas en incidir por medio de ellos en los poderosos para así ayudar a los sectores populares. Estoy regalando aquí que esto se haga de buena fe y no para conseguir prestigios o ganancias personales.

    La desviación anterior, que a veces no es de personas sino de organizaciones, es, por decir lo menos, pintoresca. Las relaciones políticas y sociales son también y sobre todo relaciones de fuerza y no se puede incidir en ellas desde posiciones de debilidad o de sujeción. Sísifo, en el mito griego, se aprovechaba de la ingenuidad de los dioses y del menosprecio que sentían por los seres humanos y, utilizando esas carencias, les restaba poderío. Sísifo incidía porque aprovechaba las debilidades de los dioses para transferirse fuerza (autonomía) y conseguir objetivos propios, como retornar del infierno, por ejemplo… no para agradar o chismear acerca de las actividades de los dioses. Sísifo incide porque se da a sí mismo fuerzas en una confrontación, no porque sirva a las fuerzas de otros.

    La ‘incidencia’ de los sectores populares se consigue precisamente porque ellos se autotransfieren capacidades de acción. La fortaleza permite incidir, e incidir, que es lo que busca la articulación popular, no es un mero contactarse o tocarse. Consiste en darse la capacidad para alcanzar objetivos propios aunque a otros no les agrade o se opongan a ello. Para el caso de los sectores populares estos objetivos son liberadores. Pareciera obvio que la presidencia de Calderón o la de Fox o la acción clerical de los obispos mexicanos (habrá alguna excepción, supongo) no se propone objetivos liberadores para los sectores populares: trabajadores humildes, empleadas domésticas, mujeres con teoría de género, creyentes religiosos ecuménicos y antiidolátricos, campesinos, por citar a algunos cuantos. Luego cuando se incide en esos poderosos es porque se les ha arrebatado poder para hacernos daño. Se les ha, por lo menos, neutralizado.

    Sintetizando, lograr ‘incidir’, que es uno de los objetivos de la articulación de los sectores populares, supone ubicarse en un escenario de confrontación donde los actores y lógicas del sistema no desean que los sectores populares den desde sí mismos carácter a los procesos. La razón es sencilla, esos sectores populares para los que ustedes trabajan, se proponen metas de liberación y los poderosos desean mantenerlos sujetados, sujecionados. De aquí que la capacidad de incidir provenga de autotransferencias de poder, subjetivo (espiritualidad,), objetivo (organización, articulación) y trascendente (utopía).

                                                                                      II

    La articulación con sectores populares de un equipo como el que está aquí reunido esta tarde/noche contiene varias tareas. Algunas las vienen ustedes realizando desde hace tiempo, como la que culminó con el refuerzo de la Red de Desarrollo Integral del Bajío (Guanajuato) en estos días de agosto. Sin embargo, después de mencionar las prácticas desviadas que pueden producirse en el trabajo de articular, conviene mencionar los momentos y lugares que para un grupo como ustedes determina el esfuerzo de articular-se con sectores populares con la finalidad de autotransferirse capacidades (poder) e incidir en la cultura social y la política mexicana.

    La primera observación es que un equipo pequeño como el de ustedes, si está internamente desagregado, no puede (porque falla política y metodológicamente en sus intentos) articular sectores populares. Que estén internamente desagregados quiere decir que no se dan a sí mismos las condiciones que potencian, reproducen y amplían su integración como equipo. Esta integración tiene que ver con sentimientos, ideaciones o análisis y utopía popular. Es decir, con el carácter del servicio popular que ustedes quieren darle al Centro de Estudios Ecuménicos.

    La no integración, después de 40 años de existencia, puede darse por diversos factores contenidos en su propia historia o ligados a entornos cambiantes o poco propicios. Entre los factores internos pueden mencionarse el hacer de su participación un modus vivendi (o sea una manera de ganarse la vida), un empleo, y no una opción de existencia. Esto puede llevar a cánceres institucionales como la burocratización y los liderazgos falsos, por descompromiso e inefectividad. Al mismo tiempo se puede dar la doble moral (una cara institucional o pública y otra privada), el amiguismo, el compadrazgo. Se trata de tendencias y situaciones que, obviamente, pueden perjudicar todas sus acciones a lo interno del grupo y en relación con los sectores que desean acompañar, apoyar o coordinar (articular).

    El combate de esta primera desviación, la desagregación interna del grupo, su no constitución como un efectivo equipo de trabajo, como un núcleo que irradia autoestima, pasa tanto por la integración conceptual (ligada necesariamente a una comprensión estructural de la situación mexicana, a los movimientos o tendencias de sus entornos y a la especificidad de las regiones donde se insertan y de los sectores que atienden), emocional (vinculada con la entrega transparente y la rendición de cuentas, con la alegría) y con la utopía u horizonte de esperanza común. Estos elementos deben hacer del equipo un espacio de encuentro, de reconocimiento y acompañamiento entre iguales (lo que no elimina la autoridad funcional) que dialogan y discuten en un proceso abierto de crecimiento, integración y entrega. Ustedes dirán si han estado en estas tareas últimamente. O alguna vez.

    La articulación interna, el núcleo duro, o la identidad que ustedes se confieren, muy ligada a la fluidez y libertad de cada cual para realizar sus compromisos de trabajo dentro de las tareas colectivas, debe orientarse no tanto a la constitución o fundación de trabajos en los sectores populares (alfabetización, cooperativas, feministas, por ejemplo) sino a la articulación de los esfuerzos que ya existen. Esto puede hacerse, manteniendo siempre la lógica de potenciar la autoestima, ligando grupos que se esfuerzan para resolver desafíos semejantes o grupos que se ubican en una misma región geográfica o administrativa, aunque sus intereses puedan parecer muy diversos, o insertando sus acciones en las movilizaciones y tendencias que poseen ya expresión internacional. Sus Escuelas de Desarrollo Integral parecen jugar un papel significativo para conseguir la constitución de redes regionales. El requisito es que se trate de procesos populares con perspectiva (proceso) de liberación. Esto quiere decir de integración, autonomía e irradiación de autoestima propias. Es mediante esta irradiación que se incide. Aunque la lucha se pierda (por el momento) porque incidir tampoco es sinónimo de triunfar.

    Como esa autoestima se testimonia (no solo se dice), se magnifica la necesidad de que ustedes estén internamente articulados e integrados, lo que no quiere decir que sean uno, sino que funcionen coherentemente como equipo, aunque sean ustedes muy diversos como personas. Ya irán aprendiendo unos de otros. Los espacios de articulación popular deben ser espacios de aprendizaje (porque son espacios de comunicación) conjuntos, para todos quienes participan en ellos.

    Hemos tocado tres cuestiones decisivas: la necesidad de articularse como equipo integrado, con lo que supone de análisis estructural y situacional desde el punto de vista popular, con el necesario contagio con la espiritualidad popular y con la propuesta de una o varias utopías de liberación. La segunda cuestión es que para incidir, desde el pequeño número que son ustedes, deben interesarse centralmente en articular procesos populares ya en marcha, más que intentar levantar trabajos que no existen. El propósito es evitar el activismo que, por agotar física y mentalmente, hace pensar que trabajamos. El activismo (presencial o a distancia) en un México de más de 100 millones de personas y con regiones muy diversas y sectores populares muy diferenciados por sus especificidades, y para el pequeño grupo que son ustedes, resulta suicida. No acumula y desgasta. Termina siendo un fracaso tanto para ustedes como para aquellos a quienes quisieron servir y acompañar. No se engañen por los éxitos puntuales y parciales que puede proporcionar el activismo, ni confundan cansancio físico (a veces derivado de estarse trasladando centenares de kilómetros) con trabajo bien realizado. Es por su espiritualidad y por la espiritualidad popular de las redes que ayudan a constituir que deben preguntarse. Esto es lo mismo que preguntarse por el carácter de sus luchas. La tercera cuestión es que, configurados como equipo de trabajo, deben combinar rigor institucional con flexibilidad personal para que cada cual pueda hacer de su desempeño un ejercicio de libertad responsable (con el equipo y con los sectores que atiende y a los que busca articular). Rigor, disciplina, libertad y responsabilidad. Por ahí, sin perder el sentimiento de trascendencia, es que camina la espiritualidad de su trabajo de articulación.

    Todavía conviene mencionar un último punto. Ustedes buscan articular acciones sociales populares, movilizaciones sociales populares y movimientos sociales populares. Todo ello tiene un contenido político que es el que ustedes llaman ‘incidencia’. Pero México, ni ninguna sociedad latinoamericana, posee un ámbito político virgen. El de ustedes está ocupado, por ejemplo, por la tradición presidencialista, por la ‘espiritualidad’ del PRI, por el desenfado y conservadurismo del PAN, por el atractivo del liderazgo (social y ciudadano más que partidista) de López Obrador, por citar algunos factores omnipresentes. ¿Es posible articularse con grupos políticos? Bueno, están allí y si ustedes hacen un trabajo significativo (ellos lo llamarían ‘de masas’), pues aunque ustedes no quieran tener relación con ellos, ellos querrán conectarse con ustedes. Lo hacen buscando su propio beneficio, ya sea electoral, ya sea de prestigio, ya sea momentáneo para mostrarse más grandes, más pluralistas o con mayor base social. Aquí la idea básica es que ustedes y quienes están con ustedes no deben dejarse utilizar. Se puede estar con muchos grupos políticos pero siempre y cuando estos grupos respeten la autonomía de ustedes y, por ello, estén dispuestos a escuchar con respeto y a pensar las propuestas de la gente que está con ustedes y, si es del caso, a asumirlas. Esto quiere decir que ellos darán sus luchas y ustedes darán las de ustedes, las que les corresponden. A ustedes les toca contribuir a detener la desagregación de los sectores populares potenciarlos para que su autonomía, autoestima y esperanzas crezcan dentro de ellos. Y a los grupos políticos les toca dar sus combates parlamentarios, electorales, etc. Ojalá en un cierto tiempo ambos tipos de esfuerzos logren articularse de buena fe y con carácter liberador. Pero quiero decirles que quienes se habrán convertido a la buena causa popular de liberación serán ellos, no ustedes.
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