F-7004 Seminario de Filosofía política

LOS DIOSES DE AGRESIVIDAD INFINITA

1.- El seminario versa sobre el filosofar político. Esto quiere decir que propone discusiones radicales acerca del orden/violencia sociales y de las condiciones para su reproducción o alteración. Entre estas condiciones se encuentran el marco conceptual desde el que los grupos humanos e individuos se representan la sociedad y el marco imaginario desde el que se la valora. En último término, cómo mayoritariamente una determinada población siente-discierne-imagina su sociedad y se experimenta a sí misma. Lo hace o articulando de diversa manera o desagregando dos ámbitos sociales que hemos llamado lo político y la política. Lo político se constituye mediante la institucionalidad económica, la institucionalidad sexual y su plasmación en la existencia cotidiana (lo que incluye costumbres, las hablas y sus representaciones y también los lenguajes). La política se constituye en las sociedades modernas en relación con el eje estatal (Estado) y los distintos espacios que constituyen diversos actores políticos (en cooperación o conflicto) en su trato con él. El Estado no constituye un entramado institucional inerte sino que se expresa mediante políticas públicas ligadas a una juridicidad. Las políticas públicas pueden penetrar alta o débilmente la sensibilidad ciudadana lo que muestra los vínculos que se establecen entre la política y lo político. En la transición entre los siglos XX y XXI, este Estado tampoco articula o vigila/regula únicamente un orden/violencia nacional, sino que hace parte de una constelación internacional y transnacional de poder que se expresa, por ejemplo, en la Organización Mundial de Comercio, el Fondo Monetario Internacional, la Organización de Estados Americanos (OEA), pero también en Apple y Walmart y en Internet.
1.1.- En el fragmento de Hinkelammert escogido para la presentación del seminario aparece el siguiente texto: “El dios, como dios terrestre, es el mercado, y en esa condición de “dios” se ha puesto encima de todos los dioses. De esa condición deriva una agresividad infinita”. El mercado es una institución tanto de lo político como de la política. Confiere identidades positivas o negativas o en apariencia ‘neutras’: se tiene poder de compra o de venta en distintos mercados: el de los alimentos, las habitaciones y propiedades inmuebles, el de la sexualidad, el electoral, etcétera. Así como el Estado produce ciudadanos, aunque éstos no se comporten como tales, los mercados generan una sensibilidad social: todo se puede comprar o vender. Quien no puede comprar ni vender o solicita limosna o roba. En el segundo caso es (en el sentido de ‘debería ser’) castigado por la ley. En la primera situación despierta compasión o indiferencia o ira. Compasión, indiferencia e ira constituyen experiencias determinadas por la categoría de no-persona. Una no-persona típica para la sociedad costarricense fue Leopoldo Natividad Canda Mairena un nicaragüense liquidado por dos perros en noviembre del 2005 (La Lima de Cartago) ante la pasividad de un “guarda de seguridad’ y dos oficiales de policía (y algunos vecinos). La liquidación de Canda Mairena, según la justicia costarricense, no significó hecho jurídico ninguno que acarrease responsabilidad a alguna persona. En Colombia para distinguir a este inexistente jurídico-cultural y social-biológico se les llamó 'desechables'. Un 'desechable' es alguien, un humano, que debe ser liquidado para que existan la verdad, el bien y la belleza.
   Las no-personas son producciones humanas, histórico-sociales, políticas. También lo son los mercados. Las liquidaciones de no-personas pueden ser físico-biológicas y jurídico-culturales, como en el caso de Canda Mairena, o culturales (transexuales, mujeres, ancianos, niños, escolares, conductores de motocicletas…). Se puede imaginar a los mercados ejecutando día a día no-personas.

2.- El Dios del Paraíso del Antiguo Testamento (Génesis) es puesto hebreamente por encima de todos los dioses. Más: es único Dios. Como tal, produce personas (Eva y Adán) y también no-personas: serpiente, mujer, varón. Esas no-personas y su descendencia (que en lectura extendida se supone serán redimidas por Jesús de Nazaret o Cristo Jesús) resultan eternamente condenadas al sufrimiento (trabajo, parir con dolor, sometimiento, existencia mezquina). El poder divino absoluto resulta aquí o arbitrario o extremadamente agresivo. Un Dios puede resultar infinitamente agresivo porque no responde de sus sentimientos/acciones ante nadie. Autodescribirse bajo la fórmula “Yo soy el que existe por sí mismo” (Éxodo, 3, 14) no admite apreciación (juicio) ninguna, solo veneración, sometimiento. Podría decirse: ningún absoluto admite juicio ninguno. Por ello resulta implacable sentido/asumido desde la experiencia humana y su institucionalidad que nunca resultan absolutas. No importa que esa divinidad odie o ame. Resulta implacable.

2.1.- Resulta factible exponer un contraejemplo humanizador. Sísifo para la experiencia mítica de los griegos antiguos fue valorado el más astuto de los seres humanos. A tanto llegó su astucia que engañó varias veces a los dioses e incluso consiguió la inmortalidad aunque por medio de un castigo: debía empujar una enorme roca hasta la cima de una montaña solo para verla caer y recomenzar su faena. Era un trabajo eterno y en apariencia absurdo por estéril. En su libro “El mito de Sísifo” el francés Albert Camus concluye, tras narrar y comentar la referencia mítica: “Hay que imaginarse a Sísifo feliz”. Camus quiere decir, en el esfuerzo (praxis) de Sísifo y en su sensibilidad (espíritu, subjetividad) ni los dioses pueden. Si el compromiso es radical y personal, eso es vida. No existe de otra. Los dioses no tienen la capacidad para castigar a los seres humanos efectivos porque estos últimos se dan la facultad de entregar sentido a su existencia. No existe para ellos trabajo inútil y sin esperanza, excepto que deseen una existencia sometida. Sísifo hace del aparente destino decretado por los dioses un asunto humano que debe ser arreglado entre los seres humanos. Los seres humanos carecen de amos absolutos. Poseen capacidades objetivas y subjetivas que les permiten prescindir de ellos. Desde este planteamiento de Camus hay que leer la sentencia de Hinkelammert: “En el fetiche la omnipresencia del mercado está presente”. Si el ser humano se comporta como tal, no existe tal omnipresencia del mercado, o, si se prefiere su aparente omnipresencia (producción humana, no de dioses), que nunca puede llegar a ser omnipotencia, resulta condición para su abolición quizás última.
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[El texto de Camus puede encontrarse en http://www.lainsignia.org/2002/abril/cul_002.htm]