1.- Resulta arduo defender un individualismo filosófico-político o económico si se estima el carácter de la especie humana y la historia del homo sapiens.  Se trata de un mamífero), o sea de un tipo de animal social que requiere aparearse para que la especie se sostenga y que asume la responsabilidad de alimentar y educar (entrenar) a sus crías como ninguna otra especie en el planeta. Objetivamente es un animal social que se presenta complejamente como individuo o persona y también en agregados   sociales (naciones, pueblos, etnias, sectores sociales (generacionales, de sexo-género, de locación, etcétera). Así, una cosa es su carácter social básico, no individual, y otra sus procesos de individuación que se siguen de la composición tanto de su biología y psicología como de su trabajo colectivo y sus desempeños y reconocimientos sociales (cultura). Los seres humanos se muestran siempre como uno entre otros semejantes sin perder por ello su carácter social. Su singularidad o identidad (mismidad), sin embargo, puede experimentar conflictividades y cambios significativos en su tiempo de existencia.

   2.- La propuesta moral y política individualista propuesta para las sociedades modernas y contemporáneas europeas tiene un carácter socio-histórico y admite asimismo una tradición cultural que se inicia con el judaísmo y se refuerza con el cristianismo católico. Que los individuos nacieran como tales y con derechos previos a cualquier vínculo social se vincula con la necesidad de rechazar una realidad que hacía de quienes nacían o siervos o vasallos ‘naturales’ sujetos a señores feudales, maestros artesanos, nobles o reyes y a Dios y su única iglesia verdadera. Completaba el carácter de su sujeción (ausencia de autonomía) el que la autoridad política se seguía también de determinaciones divinas. Así, una expresión de experiencia de contraste toma la forma de un contrato social al que antecede un estado de naturaleza en el que los individuos se valen por sí mismos. Ella es propia del siglo XVII (Descartes, Locke). En el siglo XVIII la reafirma otra propuesta político-filosófica que determina a los individuos humanos como fines en sí mismos y que por ello no pueden ser usados como medios en cuanto seres autónomos y libres que poseen derechos ‘naturales’ (I. Kant, 1724-1804). Ya en el siglo XIX, filosofías como el utilitarismo (J. Bentham, J. Mill, H. Sidgwick) reforzarán un imaginario de individuos que producen un mundo. A Henry Sidgwick (1838-1900) pertenecen las tesis de que cada acción individual que proporciona placer debe preocuparse por el placer de otros y de que nadie debe actuar de modo que su felicidad personal resulte destruida. La primera de ellas atenúa la traducción egoísta de una tesis utilitaria: las acciones deben orientarse ‘al mayor bienestar para el mayor número’, donde mayor número designa a cada individuo cualitativo dentro del colectivo cuantitativo.

   3.- El individualismo filosófico se expresa principalmente como antropología y filosofía moral, es decir práctica y política. Remite a un ser humano que produce el mundo y lo hace libremente para su bienestar. Esto último puede traducirse como progreso (perfeccionamiento o gradual o absoluta de la humanidad). Como Filosofía de la Historia tiene su expresión inicial en la Ilustración (s. XVIII) y algunas de sus exposiciones más completas las hacen G.W.F. Hegel (1770-1831) y A. Comte (1798-1857). La idea de progreso permite plantear tanto la imagen de un Final de la Historia como el proceso de un perfeccionamiento continuo de la humanidad. Con figuras de hoy, Superman reparte permanentemente felicidad (seguridad) y Ironman destruye sin error a quienes buscan dañarla. “El man hace la historia”. Los anti-man son reducidos o aplastados.

   4.- La idea socialista, contraria al individualismo ideológico, nace en Europa en la transición entre los siglos XVIII y XIX y desde una diversidad de experiencias de contraste. La expone por primera vez P. Leroux (1797-1871): “Desde hace algunos años, nos hemos acostumbrado a llamar socialistas a todos los pensadores que se ocupan de reformas sociales, a todos los que critican y reprueban el individualismo”. En su Manifiesto del Partido Comunista (1848), Marx y Engels hacen referencia a cinco variedades de socialismo: el reaccionario (feudal, aristocrático, clerical), el pequeño burgués (manufacturero y comercial, campesino), el alemán ‘verdadero, el conservador o burgués (remedios para los males sociales) y el socialismo y comunismo crítico-utópicos o ‘fantásticos’ caracterizados como tales por su no radicación en un movimiento político-cultural obrero situacional y estratégico. Este rasgo les impide constituirse como revolucionarios. Por eso ellos, Marx y Engels se llaman a sí mismos “Partido Comunista”. Se consideran efectivamente revolucionarios y democráticos y no-sectarios.
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F-0010 Antecedentes... de la concepción liberal del mundo.