Taller Regional interno,

Ayuda Popular Noruega,

Quito, enero 2014.

 

Quien domine el mar domina el comercio mundial;

quien domine el comercio mundial domina el mundo.

    Alfred Thayer Mahan (1840-1914)

 

Quien logre la supremacía aérea obtendrá el poder global.

   Alexander Seversky (1894-1914)

 

    

Lo que determina el carácter de la información (acceso, sentido),

determinará el mundo y sus gentes.

   Grafito en un muro de Quito 

                                                                          

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   Introducción

   Las referencias iniciales, de Mahan, Seversky y la anónima (que podría remitir a cualquiera que quisiese pensar hoy el asunto) tienen un propósito y también se sigue de ellas un corolario. Tanto Mahan como Seversky remiten a un aparato técnico o tecnológico (una armada, una flota aérea) que da la base material a una capacidad que se ejerce como función de otro poder deseable y conseguible: el económico-comercial. Por esto último puede entenderse la propiedad/posesión en sentido amplio y también los flujos de capital y dinero. Las gentes, pueblos, poblamientos, personas, territorios, están contenidas en esas dos dimensiones. Aunque el concepto de geopolítica es de construcción reciente (inicios del siglo XX), la aspiración a un poder mundial, que es al mismo tiempo una sensibilidad o cultura,  ya está presente, por ejemplo, en Sobre (para) la paz perpetua (1795), un escrito de Kant que suele relacionarse con su lectura de Rousseau. Para Kant, el comercio planetario y cultural y jurídicamente sancionado es algo enteramente distinto a la guerra. Negarlo, precisamente, provoca la violencia. La cuestión geopolítica, entonces, se gesta en el marco del imaginario mercantil/capitalista moderno.

   La última referencia, en cambio, que pasa de “quien” (un sujeto o actor) a “lo que” remite a relaciones. Existe un “algo” (que no es universalmente) humano que penetra y determina todas las relaciones socio-humanas y, con ello, genera un poder tanto objetivo como subjetivo. ‘Subjetivo’ quiere decir que las poblaciones lo han interiorizado como parte de sus identificaciones existenciales. No se trata, por tanto de una legalidad o una armada o una flota aérea externa a los individuos, sino que ese algo es (o está) en los individuos mismos. Ese ‘algo’ es la lógica de acumulación de capital. Su instrumento es la universalización de la forma-mercancía. Los epígrafes sostienen que esto último es lo actual: el poder mundial se sigue de la universalidad de la forma-mercancía y de la interiorización (como identificación) de ella por las poblaciones. Conceptualmente, no existe sujeto (si por esto se entiende un actor humano relativamente autodeterminado), sino una relación material que bloquea o destruye ‘espiritualmente’ toda posibilidad de sujetos humanos. Sobre esto versaría hoy la geopolítica. Una buena seña de ello son los drones (aeronaves sin tripulación). Pero estoy seguro ustedes encontrarán en su existencia diaria múltiples señas de lo que aquí se afirma. Resistirse de cualquiera manera a la forma dominante (imperio) del tráfico mercantil convoca la guerra.

   El corolario obvio es que de la observación sobre el actual giro/desplazamiento geopolítico se sigue que el interés de esta exposición se centra en la “espiritualidad” (poco o nada tiene que ver este concepto aquí con lo religioso o clerical) o subjetividad de los dominios (imperios) y sujeciones, su constitución y reproducción, en el mundo (orden/desorden) actualmente vigente.

   1.- Básicamente, la geopolítica trata del poder en el mundo o sobre él, o sea de los factores que lo constituyen, y del carácter/sentido de ese poder. También de su sujeto o sujetos y de quienes padecen ese poder. En términos amplios, se trata modernamente de asegurar el comercio y la acumulación capitalista y de estar a la cabeza de ese proceso. Hoy, de una manera más precisa, de asegurar una reproducción al infinito de la presencia/dominio mundial de la forma-mercancía con predominio del capital financiero sobre la economía real.

   1.1.- Sociohistóricamente el mundo humano ha sido siempre un orden/desorden, es decir ha contenido violencia o violencias. Quiere decir que lo que para algunos grupos humanos se traduce como un orden (ideológicamente y para los sectores dominantes ‘el’ orden), para otros adquiere el sentido de violencia/desorden. El ‘orden’ se materializa en instituciones e institucionalizaciones. No existe una sola percepción de la violencia/desorden, o sea de las instituciones, debido a que la violencia/desorden contenido en todo orden institucional afecta de distintas formas a diversos grupos sociales, economías, pueblos y culturas. Si resultan afectados de diversa manera, diversas serán sus representaciones y sensibilidades en relación con esas instituciones e institucionalizaciones (legalizaciones).

   1.2.- Después de la Segunda Guerra Mundial el orden/desorden del mundo se entendió bajo la forma generalizada del enfrentamiento Este/Oeste (comunismo/totalitarismo vs capitalismo/democracia), entendidos URSS y EUA como superpotencias planetarias por su poderío nuclear. Se trató de un mundo donde la guerra y la preparación para ella jugaron un papel determinante. Para América Latina este imaginario se materializó en dos políticas: Defensa Hemisférica y Seguridad Hemisférica (esta última desde los años sesentas). Defensa y Seguridad hemisféricas tuvieron como referencia ideológica el desarrollo y el anticomunismo. Sus referencias más notorias fueron una fracasada Alianza para el Progreso (1961) y las “exitosas” dictaduras de Seguridad Nacional iniciadas en Brasil en 1964. Su expresión más tardía se dio en la década de los 80 en América Central (Guerra de Baja Intensidad). La doctrina de Seguridad Hemisférica es antecedente de muchas de las determinaciones políticas actuales en el subcontinente.

   Ninguna de las referencias anteriores (1.2) está vigente hoy. El desarrollo fue desplazado  por el crecimiento económico (derivado del libre comercio y la captación de inversión) y desde el inicio del siglo XXI la guerra global preventiva contra el terrorismo ocupa imaginariamente el sitio del conflicto militar estratégico. En esta segunda década del siglo XXI vuelve a aparecer la tensión entre el “Mundo Libre” y Rusia y, más débilmente, China. En la década final del siglo XX, para América Latina el crecimiento se asoció con un “retorno a la democracia” (en realidad una implantación de regímenes democráticos restrictivos), ausencia de guerra y el llamado Consenso de Washington. Todos estos procesos han contenido orden/desorden. Ellos se inscriben en lo que la prensa llama “globalización”. En este inicio del siglo XXI los “enemigos”, inevitables para una geopolítica, se presentan localmente een el área como “populismo” (consiste en favorecer, de algún modo, a la fuerza de trabajo y sectores afines), crimen organizado (el narcotráfico y, por extensión la violencia “ilegítima”) y los socios o “amigos” del terrorismo. El disfraz de estos enemigos, desde el punto de vista de EUA y sus asociados latinoamericanos, serían elecciones falsas o fraudulentas que dan continuidad a regímenes autoritarios que no respetan derechos humanos (Venezuela, Nicaragua, Honduras antes del golpe del 2009, Cuba desde luego, Argentina, Ecuador, Bolivia). La política de estigmatizar a los regímenes actuales de esos países no ha logrado ganar fuerza en la OEA cuya Asamblea General sigue orientándose por su Carta Democrática Interamericana (2001), hoy pintada en el papel, y cuya política internacional más autónoma se expresa en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac, 2010).

   2
.-  La geopolítica actual se sigue de varios factores no simultáneos en el tiempo pero que terminan por concurrir:
   a) la transformación tecnológica-científica, iniciada a finales de los sesentas, ligada a la administración de los mercados; esta transformación  determina lo que algunos antropólogos determinan como proceso civilizatorio;
   b) la crisis de acabamiento de las sociedades del socialismo histórico de inspiración marxista (entre los ochenta y noventa del siglo pasado) que abrió paso al imaginario ideológico del final de Historia y del triunfo último del capitalismo y su democracia;
   c) la guerra global preventiva contra el terrorismo declarada a inicios de este siglo. El golpe de Estado en Honduras (2009) y en menor medida la violencia en México pueden haber abierto una inflexión en la actual coyuntura larga latinoamericana establecida en la década de los noventa (Consenso de Washington + regímenes democráticos restrictivos).

   2.1.- Los principales cambios desde el paso del desarrollo (calidad de vida) al crecimiento (se mide por el PIB) y sus implicaciones (Consenso de Washington + regímenes democráticos restrictivos) son los siguientes:


   - se reconfigura la función de los Estados-nación que ahora aparecen insertos en constelaciones internacionales y transnacionales de poder cuya lógica, vista desde los grupos dominantes, es asegurar la dinámica de acumulación de capital global, expropiar recursos naturales, transferir recursos a las economías ricas y poderosas (consorcios) y también, aunque en menor medida, asegurar la impunidad cuando se viola el derecho internacional;
   - las constelaciones internacionales y transnacionales de poder se expresan en figuras diversas como la Unión Europea, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, el G-7+1, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (1994), la frustrada propuesta de Área de Libre Comercio de las Américas, el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, la OMC, el Foro Económico Mundial, pero también en las fusiones corporativas empresariales, el control del Banco Mundial y el FMI, la refuncionalización de la OTAN, la crisis del Consejo de Seguridad de la ONU, los Tratados de Libre Comercio, la orquestación de medios de comunicación, el espionaje universalizado, etcétera;
   - el dominio del capital financiero (el más favorecido por las tecnologías de alcance mundial en tiempo real) se torna incontrarrestable y acentúa el deterioro de la atención sobre las necesidades de las poblaciones (se traduce en la imagen de las sociedades del riesgo o fluidas);
   - el dominio del capital financiero y la universalización de la forma-mercancía van acompañadas de la propagandización e interiorización de una economía orientada por deseos (Economía del deseo) individuales y no por los requerimientos de las necesidades de la población y de la capacidad del planeta para satisfacer esos deseos. El punto estimula el imaginario de una “población sobrante” o “superflua”.

   2.2..- Existen asimismo iniciativas de articulación de Estados y grupos subordinados en el ‘orden’ mundial que generan iniciativas tendientes a constituir polos de articulación y acumulación regionales. Para América Latina es el caso del Mercosur (1991), el ALBA (2004). Desde 1969 existía la Comunidad Andina. Más recientes son la UNASUR (2004-2011) y el Celac (2010-11).

   3.- La geopolítica, entendida como el dominio/imperio en las relaciones internacionales, tiene hoy como eje el predominio planetario (que se sigue de las tecnologías de punta) de la forma mercancía con sus alcances materiales y objetivos:
   a) dominio sistémico de algunas economías sobre otras economías;
   b) dominio sistémico de algunos sectores o planos de la economía sobre otros sectores y planos de la economía;
   c) dominio sistémico de las mercancías sobre las necesidades humanas y del planeta;
   d) dominio de la economía de “deseos” sobre las necesidades de la población;
y subjetivos (espiritualidades):
   e) interiorización del mundo de las mercancías (“tanto tienes, o sea tanto puedes comprar, tanto vales”); su corolario ominoso es la imagen de la “población sobrante”: no produce con eficiencia, no consume con opulencia;
   f) reificación generalizada (“úselo y bótelo”; vale para las cosas y las personas)
   g) el mundo (orden/desorden) como espectáculo “pagado” al que se asiste pero no compromete (es la cultura de la tableta, del teléfono inteligente, etcétera);
   h) el recurso a la guerra imperial (derivada del concepto de espacio vital [lebensraum] pero que hoy implica el espacio donde el capital puede moverse sin trabas ni distorsiones) sigue vigente, pero es principalmente táctico (drones, bombas que destruyen gentes pero no personas, racismo, culturas inferiores, “terrorismo”, etcétera); la guerra se ampara ideológicamente además en derechos humanos (lo que supone que las poblaciones afectadas o destruidas son no-personas o bajas colaterales necesarias por útiles en cuanto evitan pérdidas mayores o más significativas). Los conflictos en los que intervienen potencias que estiman se lesionan en ellos sus intereses particulares se resuelven sin guerra (por el momento). Es el caso de Siria o Irán y Corea del Norte (cuyas situaciones involucran a Rusia y China). En cambio, se combate militarmente el narcotráfico (es la situación latinoamericana, especialmente México, América Central, Colombia (eje Puebla-Bogotá), pero se intenta asimismo extender esta guerra a Bolivia y Perú. Para el área latinoamericana, los golpes de Estado están en un segundo plano, pero dirigidos por civiles pueden reclamar legitimidad (Honduras, Paraguay, por ejemplo).

   3.1.- En el área latinoamericana, donde no existen hoy conflictos que comprometan potencias, la tendencia a la militarización de los conflictos podría extenderse en los próximos años a los desafíos generados por las migraciones no-deseadas, el daño ambiental (generado por la miseria/pobreza o la oposición incluso pasiva a los megaproyectos e inversiones de capital mundial) y a la expropiación de recursos naturales (agua, petróleo, biodiversidad, etcétera).
    Sin embargo, y en términos planetarios, ya en esta segunda década del siglo XXI se avisa una confrontación por la dirección del mundo que podría alinear a EUA y Japón contra Rusia y China, o contra cada uno de ellos por separado, y dividir a Europa. También existe una línea de conflicto eventual (están en juego rutas de abastecimiento de energía) entre India y Pakistán, dos Estados con armamento nuclear.

   [De todo lo anterior interesa destacar que lo que se ha llamado “imperialismo” se expresa en estos días como redes de poder global que contienen frentes objetivos (predominio del capital financiero y de la economía de servicios; deterioro de las condiciones de la fuerza de trabajo) y frentes subjetivos (cultura de deseos y no de necesidades, identificaciones inerciales con predominio del individuo, cultura del espectáculo y de la destrucción; salvación mítica e individual). En el espacio ‘vital’ configurado por estos factores las necesidades de la población sobrante, existencia incluida, y de la población en general carecen de valor.

   4.- Visto desde América Latina la realidad geopolítica actual contiene dos movimientos diversos y determinantes: i) los grupos dominantes (neoligárquicos, anclados en este territorio) buscan articulaciones regionales o mundiales para situarse en mejor posición de realizar ‘buenos negocios compartidos’, pero la lógica mundial y la misma lógica del dominio oligárquico latinoamericano acentúa las tendencias históricas a la desagregación interna (o centrífuga) de las ‘sociedades’ latinoamericanas. Dicho sumariamente, los grupos dominantes desean tener más y mejor participación en los negocios mundiales enmarcados en las constelaciones de poder, pero son reacios a invertir en salud y educación y en la capacidad para generar, o al menos reproducir, tecnología de punta. Se reconfiguran así economías de enclave (modernos) y se proponen mega proyectos (para cuya realización molestan las poblaciones, los ríos, bosques y montañas) y se establecen Zonas Francas y núcleos de servicios modernos, agroempresas y circuitos turísticos que conviven, tanto en el campo como en la ciudad, con formas no rentables (en términos de mercado mundial) de producción y consumo, de modo que sectores significativos de la población (en especial los jóvenes) no logran acceder a los mercados a los que la propaganda y los medios los convocan/rechazan. El resultado es polarización social, estratificación rígida (aunque “todos” viven el mundo gracias a Internet), desagregación, desconfianza, irritación, generación de guetos, reproducción de los circuitos de pobreza y miseria, acentuación de la violencia en la existencia cotidiana, decadencia de las instituciones, migraciones no deseadas, proliferación del crimen organizado y de delitos comunes. La pasión por el fútbol y el mundial de Brasil (el espectáculo de su existencia para muchos) y también las protestas de sectores minoritarios en ese mismo país obtienen su carácter contradictorio de estos procesos; ii) al no dinamizarse integralmente las economías ni articularse con autonomía relativa (cuestiones no factibles en un sistema que favorece los puntos de inversión privilegiada) aparecen o se acentúan los desafíos derivados de “poblaciones sobrantes” o “superfluas” (no son del todo necesarias en los circuitos económicos; no producen con eficiencia ni consumen con opulencia). La integración subordinada a las constelaciones transnacionales e internacionales de poder no incluye a sectores significativos de la población (indígenas, jóvenes, fuerza de trabajo no calificada, pequeños campesinos, segmentos de burocracia pública y privada, ancianos…). Al resultado concurren la polarización social y una estratificación social rígida, la ocupación sin respaldo legal (cuentapropistas, trabajadores informales) ni social, los desplazamientos no deseados de población. La conflictividad se acentúa al inscribirse en una economía/cultura planetaria de deseos. En el mundo actual un imaginario como el que representa en televisión el gueto urbano de El Chavo del Ocho, está condenado a la destrucción/desaparición.

   4.1
.- En el marco objetivo/subjetivo anterior se presentan otro tipo de conflictos también sistémicos que provienen de situaciones no resueltas en etapas anteriores. Se ligan con la oposición campo//ciudad (rural/provincia, capital), con especial perjuicio para poblaciones indígenas y afroamericanas, pequeño-campesinas y niñas rurales, por ejemplo, con el dominio de sexo-género patriarcal y adultocentrado (que hace violencia a niños, jóvenes, mujeres y ancianos) que acentúa la violencia e irritación de la existencia cotidiana, con la tendencia al distanciamiento entre ámbito de los actores políticos y la sociedad civil (fragmentaria) y a la autonomización de los primeros (hoy en términos neoligárquicos y tecnocráticos) lo que tiene como efecto el falseamiento de las instituciones políticas y su existencia más bien nominal (los términos o conceptos no dicen lo que efectivamente ocurre) y una generalizada sensibilidad cultural todavía penetrada por el naturalismo realista de fuente cristiano-católica que fortalece la reproducción del statu quo y tiende a bloquear los esfuerzos de cambio sin perjuicio de ofrecer “seguridad” personal.

   5.- En el marco anterior y como señales de resistencia a los procesos anteriormente descritos, aparecen en América Latina, desde finales del siglo XX, candidatos no deseados por el sistema que ganan elecciones en instituciones democráticas restrictivas (abiertas tras dictaduras de Seguridad Nacional o provenientes de “acuerdos de paz” para el área centroamericana). En orden cronológico estas victorias electorales se dan en Venezuela (1999, Chávez), Brasil (2002, Lula), Argentina (2003, Kirchner), Uruguay (2004, Vásquez), Bolivia (2006, Morales) y Ecuador (2007, Correa). Resulta particularmente polémico mencionar aquí a Nicaragua (2006, Ortega). Los procesos político-culturales y económicos generados en esos países, cada uno con sus particularidades, configuran las experiencias o progresivas o inicialmente revolucionarias en el período. Añadiéndoles Cuba, han alentado propuestas que conducen a la conformación de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, 2010). En otro frente, y con el protagonismo de Argentina, Venezuela y Brasil, lograron frustrar la iniciativa estadounidense para constituir un Mercado Libre de las Américas (2005). En relación con estos procesos se han expresado asimismo el ALBA (2004), de inspiración venezolana y cubana, y Unasur (2011). A estas experiencias y procesos, con mayor detalle, se referirán otros expositores en este encuentro.
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   Diálogo

   Mercedes (Ecuador).- ¿Cuáles serían las distancias entre gobiernos progresivos y gobiernos revolucionarios?

   HG.- En este momento puede hablarse de gobiernos, como el boliviano o el venezolano, que han ganado elecciones, han cambiado sus constituciones y procuran asentar un nuevo bloque en el poder político-cultural. Se trata de un bloque popular. Antioligárquico, antiimperialista y antineoliberal, por citar tres referencias. Se trata de procesos, por supuesto. Para constatar su altísima novedad hay que recordar que en la década anterior el catecismo imponía el neoliberal Consenso de Washington. En el caso de los procesos revolucionarios hay que distinguir en ellos la fase de acumulación de fuerzas, la fase de asalto al poder (que no consiste solo en ganar elecciones) y la fase de construcción del nuevo poder. No se trata de estadios separados o estancos. Se penetran mutuamente y podría decirse que en los procesos venezolanos y bolivianos actuales no se ha completado la etapa de acumulación de fuerzas que resulta determinante para consolidar metas revolucionarias irreversibles. Los gobiernos progresistas en cambio tienen políticas públicas que buscan aminorar los costos que contra la fuerza de trabajo y los sectores populares en sentido amplio tienen los actuales procesos de mundialización. Por el momento no avanzan hacia la configuración de un nuevo bloque de poder político-cultural. Brasil sería un ejemplo. México, con el PAN o el PRI, un contraejemplo. Ahora, que los gobiernos se propongan acciones y cambios progresivos o revolucionarios no impide que sean actores significativos en los esfuerzos de articulación regional (Unasur, Celac). Estos esfuerzos pueden ser entendidos como expresiones de una geopolítica de gobiernos/Estados latinoamericanos. Y poseen alcances hacia su realidad nacional o interna. Están asimismo tensionados por el hecho de que su acceso a la administración del poder (y a las tareas de su reconstitución) es parlamentario. Desde este último punto de vista los emprendimientos de un gobierno progresista podrían ser revertidos tras una derrota electoral. Esto es más difícil cuando se trata de una experiencia revolucionaria si ella ha marchado por buen camino (el de la acumulación de fuerzas). Pero de esto hablarán otros expositores.

   Víctor (Paraguay).- Tengo dificultades para asociar el concepto de “geopolítica” con la acción de una ONG o con gobiernos populares. El concepto está ligado, desde su origen, con la necesidad de espacio vital de Estados poderosos o que desean imperar. ¿Qué sería esto de una geopolítica popular o de los pueblos?

   HG.- Coincidimos en que la invitación a este encuentro resultaba hasta cierto punto enigmática. Cómo y para qué entrarle al tema geopolítico desde la Ayuda Popular Noruega y en su taller regional. Una ONG no es un actor geopolítico como sí lo son, o pueden ser, los Estados. Luego, la invitación presentaba problemas. Pero la coincidencia con parte de su punto de vista llegaba hasta aquí. De hecho, hace muchísimo tiempo atrás, algunos imaginamos una geopolítica desde los pueblos latinoamericanos e intentamos generar las condiciones de trabajo para que esos estudios avanzaran. El proyecto o programa fracasó pero porque quienes debían encauzarlo no lo acometieron. Decidieron ganarse su salario haciendo otra cosa. Pero el concepto, sigo pensando era correcto. Para aterrizarlo, presento una situación fundante: en el siglo pasado Cuba avanzó un proceso revolucionario y EUA le impuso (además de una invasión) un bloqueo económico (los estadounidenses le llaman embargo) brutal. Llega hasta hoy día. Pero Cuba no ha cedido. Chile, en cambio, inició un proceso de tránsito parlamentario al socialismo en 1970, Estados Unidos tomó medidas económicas en su contra (además de alentar un golpe de Estado) y la experiencia de Unidad Popular fracasó en tres años. Esa experiencia ya había naufragado. El golpe de Estado solo coronó el derrumbe político. ¿Qué se había hecho bien en Cuba y qué se hizo mal en Chile de modo que un proceso prosperó y otro naufragó? Por supuesto, se trata de experiencias diversas. Una tuvo como eje una línea político-militar. La otra fue una experiencia parlamentaria. Pero Cuba se ubicaba en un área geopolíticamente estratégica para EUA. Chile no. Chile no pasaba de un mal ejemplo. Entonces se trataba de estudiar desde una geopolítica (poder funcional que articula política interna e internacional) de emancipación lo que se debe hacer y lo que se debe evitar, en ambos casos lo que es factible (si no lo es que debe tornarse factible) para que una experiencia popular acreciente sus posibilidades de éxito en América Latina. En esto consistía una geopolítica desde los sectores populares y sus gobiernos y, eventualmente, desde sus Estados. Aunque la idea haya fracasado la sigo considerando factible y, además necesaria. Ahora, desde esta geopolítica emancipatoria, así la llamó aquí Hugo Moldiz hace un rato, puede entenderse el trabajo de Ayuda Popular Noruega, aunque sea pequeño o esté focalizado. Si es pequeño, cosa que ignoro, puede alcanzar un efecto catalizador. Si está focalizado, otros actores pueden articularlo y generar capacidad de resistencia y propuesta. No lo veo ni siento irracional. La geopolítica popular es en América Latina parte de una cultura alternativa sin la cual no existirán revoluciones. Es mi opinión.